Reformas

La mañana inmediatamente posterior al triunfo electoral del partido más votado de la centuria Tamara Galindo, alias “La Chata”, cogió el primer tren con destino a la capital con el fin de reclamar la promesa dada en alcoba adamascada de burdel al diputado electo, consistente en una Asesoría Adjunta en Temas Mundanos, disponiendo otrosí de nómina, dietas, alquiler de vivienda y coche oficial.

            Sabedora “La Chata” de la maraña social fue muy cauta en sus observaciones, debutando en rol asesor de trastienda parlamentaria con la prohibición taxativa del turismo, los paseos masculinos en pantalón corto y el uso de la diéresis sin la debida justificación. Propuso asimismo convertir en delito las exposiciones didácticas apoyadas en Power Point, las manifestaciones de jolgorio tirando confeti y los redobles de batucada por vías urbanas de menor enjundia, logrando que las villas destinatarias de semejantes tesis ganaran, como la vieja Atenas, así en belleza como en virtud.

            En ámbito nacional colaboró en la redacción de un Decreto que contemplara la amnistía total o parcial a todo aquel convicto susceptible de realizar el Camino de Santiago y personóse como letrada en la causa  pro  restablecimiento de los honores debidos a Doña Casta Álvarez, Agustina de Aragón,  y las viudas de El Palleter y El Timbaler del Bruc.

            En materia cultural convenció a académicos lingüistas de que tórtolas de plazas y jardines pronunciaban indudablemente “Nicanor… Nicanor”  en sus gorjeos encelados, y no como la antigua prosodia divulgaba: “¿Qué pasó, qué pasó?”

            Envidiosos ante semejantes barruntes, sus compañeros de pesebre conjuráronse desde las cloacas más inmundas de la historia para con deleznable tino pagar a escote el sicario encargado de eliminar a la camarada Galindo, no dudando aquel en atiborrarla a base de migas a la pastora, callos, trasiegos jumillanos, y abandonarla en una playa de Gandía receptora del Campus Party celebrado por  siete mil jóvenes semifinalistas de Gran Hermano, ávidos de síntesis químicas, bromas pesadas y música after del desayuno, comida y cena.

            Ascenso, cénit y ocaso de semejante servidora de los designios patrios pueden hoy estudiarse debidamente en los fondos documentales de la Biblioteca Universitaria de Cilicia, así como admirar su respetuosa memoria ante la efigie erigida sobre la plaza convergente de las principales arterias asfaltadas de Seseña, justo al lado de las ruinas del piso piloto y enfrente de una toma eléctrica desvencijada tras el asalto en busca del cobre de sus contadores.

Ramón Díez

           

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