Archivo de la etiqueta: Manuel Romeu

ESTO ES LO QUE HAY

No puedo explicar aquello que no alcanzo a entender. Solo os contaré que ayer pude comprobar la subida mensual experimentada en la pensión de mi padre. Mi cabeza automáticamente multiplicó esa nimia cantidad por catorce: no da ni para asumir el aumento del último recibo de la electricidad. Esto es lo que nos espera. Debemos detraer una cantidad mensual de nuestras rentas para contratar un plan de pensiones. Así nos garantizaremos una jubilación confortable. Todavía existen seres con la cara tan dura que pretenden que con los sueldos o medios sueldos actuales tengamos un plan de pensiones. La mayoría se daría con un canto en los dientes, si cotiza los años suficientes para tener una pensión que le permita subsistir con dignidad cuando se jubile. Otros, en cambio, se jubilan en consejos de administración de esas eléctricas que nos ahogan. Con esa percepción de la realidad, entiendo que se crean en posesión de la verdad absoluta.

El otro día un tertuliano de los iluminados decía que no se puede hablar de pobreza en España. Preguntaba: “¿quién pasa hambre en nuestro país?”. Su ironía le retrata. No necesito decir nada más al respecto. Es imposible que estos elementos acepten que los demás también tienen derechos y, cómo no, necesidades.

¿Cómo se puede hablar de pobreza energética? No conozco a nadie que solo sea pobre a la hora de calentarse. Y la verdad es que tenemos motivos para estar “calientes”. Hay pobreza y punto. Lo que ocurre es que tendrás que comer algo para subsistir y así poder pasar frío, ¿no?

No aguanto estos programas, ni entiendo cómo pueden insultar a nuestra inteligencia permitiendo contenidos que se repiten diaria o semanalmente. El coste es que poco a poco van “infectando” más cabezas de las que creemos. Mucha gente de la calle, que lo pasa mal, en ocasiones justifica las miserias de su día a día, asumiendo que las cosas tienen que ser así. Algunos ministros que se llamaron de izquierdas ríen las gracias de aquellos que se supone que están en las antípodas de su pensamiento político,  como los  que se jubilan en los consejos  de administración que antes hemos recordado, ¿dónde están los principios que decían defender?

Los jóvenes y algunos que ya no lo son tanto se tienen que buscar la vida fuera de España. Los dependientes, tantos jubilados, parados y, no olvidemos, un porcentaje elevado de empleados no pueden acabar el mes, ni dar a sus hijos alguna alegría y, mucho menos, salir de vacaciones.

¿Cómo puede existir alguien que diga a millones de televidentes que en España no hay pobreza? ¿Cuántos años hace que el poder económico se apoderó del poder político?, si es que alguna vez no lo tuvo. ¿Qué tipo de seres son los que nos quieren convencer de que hemos de acostumbrarnos a vivir así o peor? Creo que pasan más horas intentando vendernos sus excusas que trabajando para resolver los problemas de todos y no solo los propios.

Mientras la felicidad y el bienestar sean insensibles a la infelicidad y a la pobreza, la esclavitud soñará con volver a vivir de nuevo su época más dorada. Sí, esto es lo que hay.

Manuel Romeu

LA SOLUCIÓN DE MARIANO

Llegó la noche del lunes 31 de octubre y Mariano se acostó a dormir. Con tanta emoción no podía conciliar el sueño. Recurrió a la receta que tan buenos resultados le había dado siempre; se dispuso a contar borregos. Solo pensar en una cantidad tan grande, le hizo caer en los brazos de Morfeo casi de forma instantánea.

Al rato se encontró con su amiga Ángela, se acercó sonriente y la cogió de la mano. Iniciaron un paseo por lo que aún resta de Grecia. Ángela que llevaba los pantalones que suele llevar cuando quedan, le comentó cuánto le gustaba contemplar las ruinas que iban dejando a su paso. Él silbó una canción típica antes de comenzar una larga charla en la que cada uno aparentaba gran interés por lo que decía el otro.

Continuó el sueño… Ahora era un padre de familia que con poco más del salario mínimo, ni de lejos un salario suficiente, intentaba sacar a sus tres hijos adelante. Unos niños que no sabían lo que era salir un sábado al cine y luego tomar una hamburguesa. Esto le partió el corazón y, desconsolado, lloró su amarga tristeza.

Al momento, como si le hubiesen inyectado en vena 20 años, se vio en la piel de un anciano con su mujer dependiente. Pudo imaginar lo duro que es para infinidad de cuidadores sin recursos, en esta España que él tanto quiere, estar ocupado las veinticuatro horas del día y sin la ayuda de nadie. Experimentó la desazón de aquel que tiene que luchar a diario, además de con la senectud,  con numerosos y complicados problemas.

Luego fue un joven que dejaba a los suyos para buscarse la vida al otro lado del Atlántico; un pobre reumático que no podía permitirse encender su estufa, si quería pagar el alquiler y, además, había olvidado que del mar, aparte de ahogados, también sacaban el pescado que apenas podía permitirse; una persona con un contrato de diez horas semanales, pobre de solemnidad, que veía una locura que con una hora semanal ya figurases en las estadísticas como ocupado; y fue una mujer de 65 años sin asegurar que limpiaba todo lo que le ponían por delante para mantener su casa y ayudar a dos hijos parados que le habían dado tres nietos maravillosos.

Lo que más le impresionó fue poder sentir en su sangre los momentos previos al suicidio de un hombre que perdió su modesta vivienda después de hacer frente a la hipoteca durante muchos años. La impotencia y dolor de su viuda e hijos le hizo también un daño infinito. El discurrir del sueño, por primera vez en su vida, le estaba procurando tal empatía, que el dolor se le clavaba hasta el tuétano. 

Más tarde, una sucesión de números, de esos de los que siempre se ha servido para demostrar que todo va cada día mejor, bailaban en un terreno tan gélido que notó cómo se estaba congelando. Estos dejaban paso a un grupo de personas que surgían tras ellos. Seres que le rescataban con su calor y lo salvaban de una muerte segura. Percibió la frialdad de los números y comprobó la importancia de las personas. Estas son las que pueden ayudar de verdad. Ninguna cifra, sola, sin un corazón palpitando detrás, pudo jamás resolver los problemas de nadie. Sonrió pensando que los números de la lotería pueden ayudar, aunque no era momento de bromear.

Aquello no podía ser real, tanta desgracia y tantos problemas en su querido país. El sueño le había dejado controlar unos instantes. Le asustó pensar lo diferentes que eran esas vidas de la suya. Por primera vez con los ojos cerrados, estaba viendo las cosas con claridad. De día debería abrirlos bien para empezar a ver no lo que él quería, sino la realidad.

Después, a toda velocidad, se impregnó de los problemas de empleo, educación, sanidad, y otros muchos. En esencia los problemas de todos, más si cabe, los suyos. No pudo contenerse y compareció en el sueño ante España entera e hizo una declaración extensísima para él, pero que tuvo una duración real de apenas dos segundos. Eso sí, posteriormente no admitió ni una sola pregunta. Estaba todo clarísimo.

Acto seguido, se despidió de Ángela con un casto beso en la mejilla. No obstante, se confesó porque no quería tener cargos de conciencia. Quizá había pecado de pensamiento…Así es Mariano.

En los últimos fotogramas de aquel cortometraje tan intenso, se sintió muy arropado. Ciudadanos con rosas en su mano diestra lo acompañaban. Le decían que tenía la confianza de todos ellos y que le ayudarían facilitándole su trabajo.

Despertó por fin. ¡Ya era hora! Lleva el pijama empapado. Está agitado. La sensación de que se ahoga en el mar, al huir de tantos problemas, le hace respirar con dificultad. La noche ha sido igual de negra que los días de muchísimos españoles.

Mientras le sirven el desayuno, Mariano reflexiona. Está muy preocupado. Ha sentido todo como propio. Eso es sufrir de verdad y debe solucionarlo de inmediato. Ante tal adversidad, se toca la nariz y chasquea los dedos como hacía Vickie el Vikingo. Tiene una idea. Se dejará asesorar por los mejores y seguirá sus indicaciones. Tomará la medicación que le prescriban. Asistirá a terapia, hará cualquier cosa para no tener esas pesadillas tan reveladoras. No podría volver a soportar tanto sufrimiento…

         Manuel Romeu

ESPEJISMOS

Hace unos días recibimos en casa la visita de unos familiares procedentes del pueblo. Charlamos, reímos y merendamos hasta que llegó la hora de la despedida.

Nos dijimos adiós e instantes después sonó el timbre. El coche (un citroën) de nuestros familiares no se encontraba en la calle y estos pensaron que se lo habían sustraído. Bajé a la calle buscando a los míos cuando vi que unos jóvenes se acercaban y relataban lo siguiente: un individuo al volante de una furgoneta había empujado unos metros el citroën que se encontraba bien estacionado hasta ese momento. Con esta maniobra consiguió lo que quería (efectuar tareas de carga y descarga), a la vez que situaba parte del citroën delante de un vado perfectamente visible. Terminada su “obra”, ni siquiera dejó en el lugar original al vehículo que había desplazado, marchándose junto a su peculiar proceder. Después, el propietario del vado, no pudiendo acceder a su bajo, avisó a la Policía Local y la grúa municipal terminó la tarea.

Al menos no les habían robado el coche… Excepto el mentado individuo, todos actuaron como debían, cada uno hizo lo suyo, un coche bien estacionado, el titular de un vado que exige lo que es su derecho, la Policía que interviene y una grúa que arrastra. Con el pago del servicio de grúa y un boletín de denuncia en la cartera: ¡todo arreglado! Una pequeña anécdota con leves molestias pEspejismosero con grandes dosis de indignación e impotencia.

Se marcharon con su coche liberado de un “secuestro” legal. Yo me quedé pensando en lo acontecido. Si las cosas no son siempre lo que parecen, ¿cómo creer todo lo que se nos muestra como verdad absoluta? Empujan el vehículo de nuestro raciocinio y lo dejan frente al vado de un “enemigo” no siempre real pero aparente. Nos colocan donde no queremos y luego nos arrastran a un lugar del cual solo se sale pagando, pero la deuda se salda en muchas ocasiones con sufrimiento y, peor aún, con vidas. Recordemos que hace poco más de trece años, Aznar nos dejó “azorados” con sus espejismos de destrucción masiva apoyando la guerra de Irak.

Debemos por lo tanto lavarnos la cara cada mañana y si es necesario a lo largo del día. Intentemos distinguir los espejismos que refleja nuestra retina, esos falsos beneficios comunes con los que nos engañan. Busquemos esa voluntad a veces raptada o habitaremos en el vacío en el cual nos dejan las decisiones que toman en nuestro nombre. Somos clientes de un mercado que lo vende todo para recaudar hoy sin pensar en mañana. Y nos vende ideas, amigos y enemigos. Sus armas son tan rápidas que nos hieren, a veces de muerte, sin darnos tiempo para que nos cuestionemos nada.

Disparemos nuestra inteligencia llenando su recámara de información, cuanta más mejor. Juntemos las piezas del rompecabezas y descubramos lo que representa. No dejemos que nadie gobierne nuestra razón y distribuya a su antojo las piezas de nuestro puzzle. No compremos productos sin mirar su composición y comprobar la fecha de caducidad. No ingiramos sin más todo aquello que nos quieren vender, es fácil confundir el alimento con el veneno.

El resultado de las últimas elecciones creo que avala mi teoría de los espejismos. ¿Cómo tanta gente ha percibido que vivimos en un oasis cuando, a diario, nuestros pulmones se ahogan con la arena más seca y sólida del desierto?

Este es un punto de vista más, solo eso. No nos quedemos nunca con lo primero que nos quieran vender, leamos la etiqueta, comprobemos el precio y, entonces, decidamos.

Manuel Romeu

PAJARITOS

Durante un reciente paseo por el campo pude observar cómo en un pequeño nido un polluelo era alimentado por uno de sus padres. Quedé impresionado por el tamaño de la cría que superaba con creces el de su progenitor. Al instante recordé que el cuco común (Cuculus canorus), ese ave cuyo canto nos indica en muchos relojes de pared el paso inexorable del tiempo, practica el parasitismo de puesta, pone sus huevos en nido ajeno para que otros se encarguen de criarlos. Vigila cómo otras especies construyen sus nidos y, cuando éstas ponen sus huevos, aprovecha una ausencia parPajaritosa comerse o tirar algunos huevos y poner uno suyo. Cuando el adulto regresa, no nota nada y sigue empollando.

El cuco parasita a especies cuya alimentación es similar y que ponen huevos parecidos a los suyos. El polluelo de cuco nace un par de días antes que los demás porque su tiempo de incubación es más corto. Horas después de salir del cascarón, el pequeño cuco de apenas tres gramos, empuja fuera del nido a los otros huevos o pollos. Si su madre biológica hubiese puesto más de un huevo, los jóvenes cucos lucharán entre si y solo quedará el más fuerte. Con esta “sutil” forma de proceder se convierte en el único habitante del nido. Su madre adoptiva, con gran esfuerzo, no para de cebar a ese pollo que en pocos días le dobla el tamaño. En la mayoría de ocasiones terminan por no caber en el nido y se trasladan a una rama cercana.

El polluelo abandonará a su extenuada madre adoptiva a los veinte días y pasado un tiempo volará hasta África donde sus padres biológicos marcharon poco después de la puesta.de huevos. Al siguiente año regresarán en busca de nuevas víctimas.

Continué el paseo degustando el paisaje y pensando en otra especie que desde pequeño llama particularmente mi atención: El alcaudón real (Lanius excubitor). Tiene una percepción visual prodigiosa. Además de insectos y escarabajos también se atreve con presas de mayor tamaño, como son lagartosratones y otros pequeños mamíferos e incluso otras aves. El alcaudón imita a la perfección el canto de éstas últimas y así son atraídas o simplemente se confían sin pensar que, muy cerca, hay un letal enemigo que espera el menor descuido.

Al ser capturadas todas estas presas de mayor tamaño, son empaladas por el alcaudón en grandes espinas naturales o alambres de púas, improvisando así despensas por si no termina de comérselas de una sola vez. De niño se me grabó la imagen de un jilguero que comía tranquilamente semillas de cardo junto a toda la bandada, y que en un despiste fue atrapado por un alcaudón. Me impresionaron de tal manera aquellas imágenes acompañadas por la voz de Félix Rodríguez de la Fuente que no las he podido olvidar.

Pensando que, al fin y al cabo, son especies que subsisten así, quizá contribuyendo al equilibrio natural, continué por una senda hasta una fuente donde me dispuse a almorzar. Con la mirada perdida en una pinada cercana y mi pituitaria rendida al embriagador aroma de una mata de romero, una serie de imágenes se mezclaron en mi cabeza.

¿Qué clase de monstruo puede hablar nuestro mismo “idioma” y gracias al discurso vacío de siempre endulzado por cantos de sirenas logra engañarnos una vez más? ¿Quién es, si para beneficio propio priva a tantos de lo que les pertenece? ¿Qué especie deja trabajar a los demás para apuntarse la paternidad de algo que no le corresponde y además se queda con sus frutos?

Muchas bandadas de aves quieren volar tan alto que, en ocasiones, a algunos de sus “pájaros” la falta de oxígeno les aturde haciéndoles desplomarse hasta el suelo, donde son apresados y acaban siendo enjaulados.

Llegan unas nuevas elecciones y no solo sobrevuelan el cielo palomas blancas con una rama de olivo en el pico. Es difícil distinguir en el horizonte político a algunos pájaros especializados en el engaño. No obstante, les diré que algunas aves, con el paso del tiempo, han aprendido a distinguir los huevos del cuco, y otras huyen raudas cuando barruntan la peligrosa presencia del Alcaudón.

Manuel Romeu

Siempre ha sido así y siempre será igual

Estoy cansado de escuchar tantísimas frases que terminan de esta forma, como asumiendo la existencia de una fuerza superior que parece imponer el devenir de las personas más desfavorecidas, de las minorías; de las que huyen de sus tierras y de la guerra buscando una vida mínimamente digna; de aquellas que tantas veces miran “el escaparate” sin poder entrar a comprar; de las que tienen que escuchar y no son nunca escuchadas, de aquellas que tienen normalmente vidas austeras, difíciles y en ocasiones marginales.

No voy a criticar a los poderosos, ni a los políticos, ni a los que se creen más guapos, inteligentes, ricos, superiores y, lo peor, a aquellos que se creen siempre en posesión de la verdad absoluta. No me voy a meter con  los que no quieren cambiar nada sin pararse a pensar si el cambio es positivo, esos que no han sabido entender que la cultura es sinónimo de enriquecimiento y progreso para todos, ni diré que lo que pasa es que no les interesa cambio alguno.

Tampoco voy a descalificar a los que se dedican a acaparar sabiendo de las carencias de tantos en esta vida limitada y que ellos quieren convertir para muchos en anónima y callada. No quiero recordar a los que maltratan a personas, animales, a aquellos que alimentan su felicidad con la desgracia ajena. No es necesario descalificarlos pues mejor que ellos con su proceder, no lo podría hacer por muchas líneas que dedicase a tal empeño.

No hablaré de ayuntamientos que subvencionan toros embolados antes que talleres de poesía para niños. No quiero pensar en la existencia de seres a los que molesta que personas sin el “uniforme reglamentario de político”, vestidas de calle, con coleta, con rastas, puedan ocupar escaños frente a ellos. No citaré a los que pueden ser felices rodeados de infelicidad sin intentar ceder un ápice para cambiarlo. No vomitaré lo que siento por los que no facilitan la vida a tanta gente dependiente y a sus cuidadores. No voy a atacar a los que desde su poltrona aprueban un salario mínimo con el que ellos no podrían pagarse ni los caprichos y que condenan a la pobreza a los trabajadores que lo perciben. Estos seres que actúan así, no alcanzan la categoría de persona para mí.

Mi reflexión, no se centra en la actitud de esos que se sirven de la frase para el propio beneficio sino de la actitud sumisa de los más desfavorecidos, maltratados y olvidados que justifican, entregados, tantísimas situaciones inaceptables utilizando el “siempre ha sido así” o “siempre ha habido gente así”. Gente que acepta esas situaciones, cuya carga genética parece dibujarle a pluma y tintero tantas escenas del pasado siglo que gotean la sangre del miedo que hizo derramar la dictadura y que emborrona su razón; en muchos casos, con grandes carencias culturales y que nunca conocieron su historia más reciente; que no van más allá de lo que alguien dice en el bar, en la televisión, o de los cuatro chismes de la calle. Personas que viven vidas de otros, que hacen siempre más caso a lo que dicen aquellos que visten de traje. En resumen, gente que ignora que son el disfraz de carne de su peor enemigo y, además, transmisores del mensaje subliminal que éste desea. Aunque parezca mentira existe más gente de la que podamos pensar que se conforma con las diferencias que no solo el azar alimenta. ¿Cómo puede ser? No hay nada más triste que justificar a aquellos que tanto daño hacen.

Recordaré una frase de la novela de Hermann Hesse El lobo estepario: “Siempre ha sido así y siempre será igual, que el tiempo y el mundo, el dinero y el poder pertenecen a los mediocres y superficiales y a los otros, a los verdaderos hombres, no les pertenece nada. Nada más que la muerte”.

Me he tomado la libertad de añadir algo al principio y al final de la frase extraída de esta gran novela: Siempre ha sido así pero no tiene porqué seguir siendo igual…nada. Nada más que la muerte y toda la vida que podamos arrancarle antes de su llegada.

Y digo yo: ¿cómo algo puede haber sido siempre así? Nada puede haber sido siempre así, nada salvo la estupidez humana.

Manuel Romeu

RÍAS DE FANGO

Para poder explicaros lo que sentí hace unos días tras escuchar unas declaraciones que cuestionaban la actitud de muchísimas personas que lo están pasando muy mal, comenzaré recordando un par de artículos de nuestra Constitución que seguro conocéis:

Artículo 40.-1. Los poderes públicos promoverán las condiciones favorables para el progreso social y económico y para una distribución de la renta regional y personal más equitativa, en el marco de una política de estabilidad económica. De manera especial realizarán una política orientada al pleno empleo.

Artículo 47. Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada. Los poderes públicos promoverán las condiciones necesarias y establecerán las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho, regulando la utilización del suelo de acuerdo con el interés general para impedir la especulación.

Pienso que estando estos artículos tan cerca desde el año 1978 (en el ejemplar que guardo en casa, solo una página les separa), podrían andar de la mano, enamorarse y, mientras puedan, procrear, y darnos así el fruto de la coherencia. Me explico: debería ser normal disfrutar de un techo, poder salir adelante con nuestro trabajo y vivir dignamente.

¿Qué ocurre si las políticas no son todo lo buenas ni certeras para acercarnos al pleno empleo? Cuando el paro es un paro que en multitud de casos (jóvenes de ambos sexos, mujeres, mayores de 50 años) fosiliza a las personas. Al contrario que los fósiles, las personas comen, sienten, tienen hijos y buscan esa dignidad que los artículos mentados, a priori, deberían garantizar. Como todos sabemos, por desgracia y en la práctica no es así.

Si además de esto, elegimos en su día, en uso de nuestra libertad, comprar una humilde vivienda cuya hipoteca supone una cuota mensual, en muchos casos, similar a la que representa un alquiler. En resumen, cuando falta el trabajo (no las ganas de trabajar), se encuentra uno con la calle más triste de su vida, habitada por parados con hijos y, en casos, con dependientes a su cargo, bajo un cielo raso que asusta. Una calle en la cual no encontramos, o lo hacemos a duras penas, los artículos de primera necesidad y donde los artículos 40 y 47 antes citados quedan reducidos a decorativas fachadas que ocultan un interior con “aluminosis”.

Quizá lo normal, vista nuestra contrastada “irresponsabilidad”, según algunos, en este mundo de unos pocos, sería que buscásemos la ayuda de extraterrestres que habiten estrellas de otro sistema, no del nuestro. Puede que la empatía aumente con la distancia. Aquí, en nuestra realidad un par de semidioses la perdieron cuando se empadronaron en el Olimpo, y no se dan cuenta de que el verdadero escenario de la vida es aquel en el cual, con menos decibelios, la mayoría tiene que ganarse a diario los garbanzos para el puchero. Son tan responsables que se atreven a criticar a los que más jodidos están, tienen una “ría de fango” en lugar de venas, solo fango que hace que todo les resbale e impide que su ego pueda poner los pies en suelo firme y así acercarse a los demás. Johann Wolfgang Goethe dijo: “somos todos tan limitados, que creemos siempre tener razón”. Yo me atrevo a añadir: incluso si la distancia que separa a algunos de determinados problemas, de los que tan gratuitamente opinan, debe medirse en años luz.

A lo que voy, no quiero extenderme más. Para mí, Alaska y “El Canut” son: el estado más grande de los Estados Unidos y un juego tradicional valenciano que nació en la época de los árabes, nada más. Y otra cosa: Cinco horas con Mario es una novela del escritor  Miguel Delibes, incluida entre las mejores novelas en español del siglo XX. Estar más de cinco horas con Mario, no es recomendable… a los hechos me remito.

Entonces, ¿cómo cumplen con sus responsabilidades aquellos que no encuentran sus derechos en esta sociedad tan onírica para otros? ¿A quién se dirigen o a qué se aferran todas esas vidas que se apagan a diario y que a muchos parece no importar nada?

Todos los días amanecen con vidas anónimas privadas de la mínima dignidad, vidas que van quedando sepultadas entre el “fango” de críticas sin sangre y tanta indiferencia disfrazada de silencio.

            Manuel Romeu

Dos Millons de “PPeles”

Dos Millons de PpelesDespués de leer el informe médico, supe que D. José Chafado recuperó la conciencia tras un lavado de estómago. Esto fue lo que le salvó.

Hoy he pasado a visitarlo. Me ha explicado que la ingesta de barbitúricos y alcohol se produjo minutos después de escuchar la susodicha frase que comenzó a martillear en su cabeza, al ver la facilidad con la que algunos detraen cantidades destinadas al bien común para el beneficio propio. Una pequeña mordida para lo que parece acostumbran, casualmente la misma cantidad que su familia adeudaba al banco y que tras perder su empleo y no poder hacer frente a las cuotas mensuales, los dejó sin la vivienda que venían pagando desde hacia dieciocho años. Esos dos millons de peles, después de haber pagado más de nueve al banco, les llevaron hasta la casa de sus padres donde actualmente viven.

Comenta José (ahora quiere que le llamen así, el Pepe de tantos años le duele en el alma, le recuerda al partido que tantos años ha “gobernado” en estas tierras) que esa doble “p”, parece privarles de entender lo que significa para el prójimo, del que tanto hablan en sus misas dominicales, palabras que la contienen como: paro, persona, dependencia, privaciones… en definitiva, esa total falta de empatía que les hace vivir solo para ellos, en un mundo PParalelo de PPrivilegiados que no han puesto nunca los pies en el suelo.

José habla de una peste que está llenando de bubones nuestros días. Él y los suyos acabaron en la calle por no tener dinero para hacer frente a esa hipoteca de la cual restaban por pagar doce mil euros, otros (investigados), por tener posibles para hacer efectivas las fianzas también están en la calle. Si la justicia es la misma y los investigados acaban siendo culpables, no deberían pisarla hasta cumplir la pena de privación de libertad y, además, haber devuelto todo lo que se llevaron.

Una pequeña mordida para esos que dicen que debemos apretarnos el cinturón, toda una vida para gente como José que, a veces, acude in extremis al banco de alimentos, avergonzado, no quiere caridad, no sabe ni quiere robar, solo desea un trabajo con el que ganarse la vida. La casta de los investigados parece no tener vergüenza alguna al quedarse con aquello que no les pertenece. Si pasan de investigados a más, se demuestra que siendo la mayoría tan devotos han atentado contra el séptimo mandamiento, y al final llegan a la cárcel, ya tendrán más techo que aquel que le dejaron a la familia de José. ¿No saber cocinar será el motivo que les hizo perpetrar esas mordidas para tarde o temprano tener hecha la comida a diario en la prisión?

Abramos los ojos: no dejemos que cualquiera administre nuestras “pelas” y menos aún nuestra razón, no seamos peleles y pensemos ¿quién o quiénes son los que realmente han querido vivir siempre por encima de sus posibilidades?

José se despide diciendo que por muchos logros que alcance la investigación, como escribió Albert Camus en una de sus obras maestras, hay que permanecer siempre alerta, pues por desgracia “el bacilo de la peste no muere ni desaparece jamás”.

Escrito por Manuel Romeu